El Hotel Boutique Casas de Santa Cruz, con café y te gratis cada tarde, les presenta, con gran emoción, una de las tradiciones mas bellas que existen en nuestra ciudad.
Después de la Semana de Pasión, Sevilla, a mediados de primavera, se convierte en la novia del Mundo, y para este se acicala con perfume y flores de azahar. Se viste con su traje de flamenca, a rayas blancas, rojas y verdes, con volantes de farolillos, y nos regala la Feria. Y, como preludio de ésta el Real Club de Enganches de Andalucía organiza la ya tradicional Exhibición de Carruajes en la Real Maestranza de Caballería.
Esta muestra se realiza desde 1984, año de la fundación del Real Club de Enganches de Andalucía por un grupo de amigos, encabezados por don Antonio Sánchez – Bedoya Fernández – Mensaque, que percibieron la pérdida del coche de caballos tradicional de nuestras ferias. Se marcaron como objetivo primordial la promoción del enganche en todas sus especialidades, y como uno de los medios para la consecución de este fin organizaron la primera Exhibición, y eligieron con gran acierto el lugar más apropiado de toda la urbe, la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. No hace falta decir, que las acciones emprendidas han dado resultado, y hoy por hoy el enganche en Sevilla y Andalucía se ha recuperado, alcanzando cotas superiores al pasado.
El concurso exhibición se ejecuta en dos fases, la prueba A en la calle Adriano, y la B en el interior de la plaza de Toros.
En la prueba A, el enganche está parado y el lacayo o lacayos pie a tierra. Se puntúa por cinco jueces, el coche, guarniciones, caballos y ocupantes.
Los coches que participan son los tradicionalmente utilizados en nuestra feria desde el siglo XIX, y muchos de ellos, piezas de museo, pertenecen a esta época, breacks, jardineras, faetones, carretelas, landeaus, milords, sociables, etc. Del carruaje se puntúa la calidad de construcción, la conservación, limpieza, altura de la lanza y los accesorios como faroles, voleas, balancines.
Las guarniciones suelen ser a la calesera, típicas de nuestra tierra; a la inglesa con collerón o pecho petral y a la húngara. De los arreos se valora la calidad de su ejecución, cuero, hebillaje, costura, borlaje en el caso de ser calesera, limpieza y conservación, embocadura y corrección en su colocación.
Los caballos, sobre todo, suelen ser de pura raza española y la mayoría procedente de las ganaderías de los propietarios de los coches. En menor cantidad Árabes y cruzados. No faltan las mulas, animal que históricamente, en España, siempre ha sido enganchado y que en Sevilla ha supervivido gracias a los aficionados. De estos nobles brutos se juzga la calidad, limpieza, presentación -forma física, trenzados de crines y colas, heridas o rozaduras-, herraje – inclinación del casco, colocación de la herradura-.
En cuanto a los ocupantes, el cochero y lacayo deben ir vestidos en consonancia con las guarniciones. Los pasajeros, normalmente féminas, van ataviadas con mantilla blanca, prenda española, cuyo uso se va recuperando, gracias a esta iniciativa.
En la prueba B se juzgan las evoluciones de los enganches en el interior de la plaza de toros por un jurado distinto al anterior, los movimientos a ejecutar son a elección del participante. Se tiene en cuenta la impresión del conjunto; el cochero, su posición en el asiento, la forma de guiar y de tener las riendas; la impulsión en los caballos, la colocación de las cabezas, la cadencia, la regularidad, y la incurvación en las vueltas.
Las modalidades son, de coches de alquiler, mulas, limoneras, troncos, tresillos, cuartas, medias potencias y cinco a la larga.
Este espectáculo de color, tradición y arte, es, sin duda, la mayor concentración de carruajes del mundo tanto en cantidad como en calidad. En ella participan enganches de Sevilla, Andalucía y España. Y lo más importante, preserva nuestras costumbres ancestrales.
Sólo nos queda describir el tumulto que se forma, ese día en la calle Adriano, caballos y mulas de distintos pelajes; guarniciones relucientes con hebillajes bruñidos como metales preciosos; coches de todas las clases y colores; ocupantes ataviados con prendas en desuso, rescatadas, para siempre, del olvido; sombreros de ala ancha, mascotas, catites y chisteras; tintineos de cascabeles cuyos sonidos reverberan en las paredes de esta calle, transportándonos a otros tiempos desconocidos; relinchos de animales impacientes. De pronto, inopinadamente, se traya un látigo, silencio sepulcral, las bestias se recomponen, y con impulsión entran en el coso, ejecutan sus evoluciones entre pasodobles y aplausos, y se despiden al paso, como maestros triunfadores, por la Puerta del Príncipe.
Con este acto, el Real Club de Enganches de Andalucía vuelve a renovar, año tras año, su promesa con Sevilla, contribuyendo a que su pasado no se olvide y transmitiendo al futuro tradiciones que no se deben perder.
Fuente: www.feriadesevilla.andalunet.com
Después de la Semana de Pasión, Sevilla, a mediados de primavera, se convierte en la novia del Mundo, y para este se acicala con perfume y flores de azahar. Se viste con su traje de flamenca, a rayas blancas, rojas y verdes, con volantes de farolillos, y nos regala la Feria. Y, como preludio de ésta el Real Club de Enganches de Andalucía organiza la ya tradicional Exhibición de Carruajes en la Real Maestranza de Caballería.
Esta muestra se realiza desde 1984, año de la fundación del Real Club de Enganches de Andalucía por un grupo de amigos, encabezados por don Antonio Sánchez – Bedoya Fernández – Mensaque, que percibieron la pérdida del coche de caballos tradicional de nuestras ferias. Se marcaron como objetivo primordial la promoción del enganche en todas sus especialidades, y como uno de los medios para la consecución de este fin organizaron la primera Exhibición, y eligieron con gran acierto el lugar más apropiado de toda la urbe, la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. No hace falta decir, que las acciones emprendidas han dado resultado, y hoy por hoy el enganche en Sevilla y Andalucía se ha recuperado, alcanzando cotas superiores al pasado.
El concurso exhibición se ejecuta en dos fases, la prueba A en la calle Adriano, y la B en el interior de la plaza de Toros.
En la prueba A, el enganche está parado y el lacayo o lacayos pie a tierra. Se puntúa por cinco jueces, el coche, guarniciones, caballos y ocupantes.
Los coches que participan son los tradicionalmente utilizados en nuestra feria desde el siglo XIX, y muchos de ellos, piezas de museo, pertenecen a esta época, breacks, jardineras, faetones, carretelas, landeaus, milords, sociables, etc. Del carruaje se puntúa la calidad de construcción, la conservación, limpieza, altura de la lanza y los accesorios como faroles, voleas, balancines.
Las guarniciones suelen ser a la calesera, típicas de nuestra tierra; a la inglesa con collerón o pecho petral y a la húngara. De los arreos se valora la calidad de su ejecución, cuero, hebillaje, costura, borlaje en el caso de ser calesera, limpieza y conservación, embocadura y corrección en su colocación.
Los caballos, sobre todo, suelen ser de pura raza española y la mayoría procedente de las ganaderías de los propietarios de los coches. En menor cantidad Árabes y cruzados. No faltan las mulas, animal que históricamente, en España, siempre ha sido enganchado y que en Sevilla ha supervivido gracias a los aficionados. De estos nobles brutos se juzga la calidad, limpieza, presentación -forma física, trenzados de crines y colas, heridas o rozaduras-, herraje – inclinación del casco, colocación de la herradura-.
En cuanto a los ocupantes, el cochero y lacayo deben ir vestidos en consonancia con las guarniciones. Los pasajeros, normalmente féminas, van ataviadas con mantilla blanca, prenda española, cuyo uso se va recuperando, gracias a esta iniciativa.
En la prueba B se juzgan las evoluciones de los enganches en el interior de la plaza de toros por un jurado distinto al anterior, los movimientos a ejecutar son a elección del participante. Se tiene en cuenta la impresión del conjunto; el cochero, su posición en el asiento, la forma de guiar y de tener las riendas; la impulsión en los caballos, la colocación de las cabezas, la cadencia, la regularidad, y la incurvación en las vueltas.
Las modalidades son, de coches de alquiler, mulas, limoneras, troncos, tresillos, cuartas, medias potencias y cinco a la larga.
Este espectáculo de color, tradición y arte, es, sin duda, la mayor concentración de carruajes del mundo tanto en cantidad como en calidad. En ella participan enganches de Sevilla, Andalucía y España. Y lo más importante, preserva nuestras costumbres ancestrales.
Sólo nos queda describir el tumulto que se forma, ese día en la calle Adriano, caballos y mulas de distintos pelajes; guarniciones relucientes con hebillajes bruñidos como metales preciosos; coches de todas las clases y colores; ocupantes ataviados con prendas en desuso, rescatadas, para siempre, del olvido; sombreros de ala ancha, mascotas, catites y chisteras; tintineos de cascabeles cuyos sonidos reverberan en las paredes de esta calle, transportándonos a otros tiempos desconocidos; relinchos de animales impacientes. De pronto, inopinadamente, se traya un látigo, silencio sepulcral, las bestias se recomponen, y con impulsión entran en el coso, ejecutan sus evoluciones entre pasodobles y aplausos, y se despiden al paso, como maestros triunfadores, por la Puerta del Príncipe.
Con este acto, el Real Club de Enganches de Andalucía vuelve a renovar, año tras año, su promesa con Sevilla, contribuyendo a que su pasado no se olvide y transmitiendo al futuro tradiciones que no se deben perder.
Fuente: www.feriadesevilla.andalunet.com
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