Hotel Boutique Casas de Santa Cruz, con terraza panorámica con vistas a la Giralda, les invita a conocer la leyenda de la calle Susona, nuestra vecina.
Serva la Bari como la llamaron los almohades, mágica ciudad de Sevilla, encierra entre sus callejuelas y rincones múltiples leyendas e historias. Convivencia de tres culturas como en la noble Toletum dieron lugar a una profunda mezcla de filosofías de vida, de clases sociales, de religión, de cultura... y de amor. La leyenda que hoy les vengo a narrar es una historia de amor entre un apuesto caballero cristiano y una bella joven judía. Ocurrió en lo más profundo de la Judería sevillana, en las entrañas del Barrio de Santa Cruz, allá por la Plaza de Doña Elvira donde se inspiró la también historia de amor de Don Juan Tenorio y Doña Inés... Pero no toda leyenda de amor tiene un final feliz. Aquí os dejo la historia - leyenda de la calle Susona de Sevilla.
Durante la era denominada el Terror del año Mil, siglo XI, cuando los oráculos agoreros y presagiosos vaticinaban el fin de los días amparándose en brujerías y engaños para sacar dinero a los inocentes consultores y, mitad engaño mitad creencia, las gentes atemorizadas rehuían dicha fecha, se instaló en Sevilla una gran comunidad judía en el lado Oeste de la ciudad, desde la Iglesia de la Magdalena hasta San Lorenzo. Esta Judería rápidamente se trasladó al centro de la ciudad, pues si alguien dominaba el oro eran los judíos y si con algo se podía lograr algo era con el oro. Así pues en el Barrio de Santa Cruz se implantó la comunidad judía: calles laberínticas y callejuelas estrechas, frescas en verano, resguardadas del frío en invierno y conectadas entre ellas por plazas para que corriera el aire, daban forma a la barriada y judería. Construcciones agazapadas, apiñadas, recónditas, escondidas... Fiel reflejo urbanístico del alma de sus habitantes. En dicha judería permanecieron los maestros de la usura y el préstamo en la ciudad hispalense, hasta su definitiva expulsión por parte de los Reyes Católicos.
Y en dicha comunidad judía vivía Diego Suzón, uno de los máximos representantes de la colonia judía, hombre de negocios, banquero, rico adinerado y padre de una bellísima mujer, conocida por su belleza como "la fermosa fembra", llamada Suona Ben Suzón, a la sazón protagonista de nuestra historia. La joven judía debido a su protagonismo social y a los halagos que recibía, comenzó a soñar con llegar a ser un alto cargo en la bética urbe y empezó a verse con un noble hidalgo cristiano de Sevilla, un joven apuesto descendiente de gran linaje y heredero de una familia de escudo de armas con ilustre apellido en la heráldica. Pronto fueron amantes la bella judía y el galán cristiano.
Como quiera que por entonces los judíos eran los dueños del oro y negocios de la ciudad, además de por sus convicciones e ideales, suscitaban envidias y estaban mal vistos en la cultura cristiana, por lo que comenzó a fraguarse una mala campaña contra ellos; campaña que no era novedosa pues años atrás ya tuvieron ambas culturas sus "diferencias". Por su parte, la comunidad judía inició en secreto un complot contra los cristianos, clamando venganza por lo ocurrido un siglo atrás cuando una oscura noche a fuego y filo fueron asesinados unos cuatro mil judíos en Santa Cruz, prácticamente la totalidad de los mismos que residían en Sevilla. Corría el reinado de Isabel y Fernando cuando la revuelta judía contra los cristianos comenzaba a tomar fuerza y forma, siendo curiosamente Diego Suzón, padre de la fermosa fembra, uno de los principales cabecillas del ideal de revancha y venganza.
Cierto día al anochecer Suona se enteró de la conspiración que tramaban los suyos y por miedo a que en la reyerta matasen a su amado cristiano, pues era uno de los principales caballeros de la ciudad de Sevilla, aguardó a que su padre y el resto de la comunidad durmiera y salió de la judería para advertir al hidalgo del peligo que corría. Ignorante ella, no consideró que al delatar la sublevación lo que cometía era una traición que pondría en peligro a toda la colonia judía incluso la misma vida de su padre. Su amante, sin dudarlo, puso al instante en conocimiento de Don Diego de Merlo, asistente de la Ciudad de Sevilla, lo que le acaba de contar Suona, y éste acompañado de sus fieles alguaciles, caballeros y guardas se personó en la Judería para acabar con la rebelión y detener y apresar a los dirigentes de la misma, entre ellos Diego Suzón, el padre de Suona.
Días después de la detención, los judíos insurrectos fueron ajusticiados en la horca de "Buena Vista", en término de Tablada, y Suona repudiada por su comunidad y, además, abandonada por su amante cristiano, el cual nunca más quiso saber de ella. Terminaba así trágicamente la historia e idilio de amor. La hermosa mujer buscó consuelo y refugio en uno de los conventos de clausura de la ciudad, donde dicen que se convirtió al cristianismo y pasó los días eternamente presa de los remordimientos por ser la responsable de la muerte de su padre. Cuando se hubo recuperado de la condena de tan alto tribunal como es la conciencia interna, volvió a su casa y allí vivió ejemplarmente hasta el fin de sus días. Suona traicionó por amor y nunca se lo perdonó. Cuando murió la fermosa fembra se halló que en su testamento ella mismo dispuso: "Para que sirva de ejemplo a los jóvenes y en testimonio de mi desdicha, ordeno que cuando muera separen mi cabeza de mi cuerpo y la coloquen sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, quedando allí por siempre jamás". Ciertamente se cumplió con la voluntad de Suona y durante más de un siglo, hasta bien entrado el siglo XVI, se encontró la cabeza de la judía en dicho lugar, llamándose la calle por tal macabro motivo "Calle de la Muerte".
Tiempo después, se colocó un azulejo en el lugar recordando brevemente la historia de lo acaecido y otro azulejo en otro lugar de la calle con una calavera y la palabra "Susona" como coloquialmente se conoció a la judía en Sevilla, pues Suona es traducido al castellano como Susana y la primera traducción dió origen al nombre de "Susona". La calle pasó de llamarse "Calle de la Muerte" a llamarse "Calle Susona" y con tal nombre se encuentra hoy en día en el corazón del Barrio de Santa Cruz. De esta manera se encumbró en Sevilla la Leyenda de la Susona y de esta manera rezaba el azulejo tal historia:
"En estos lugares, antigua calle de la Muerte, púsose la cabeza de la hermosa Suona Ben Suzón, quién por amor, a su padre traicionó y por ello atormentada dispúsolo en testamento. Año 1481".
Fuente: www.elrincondemispasiones.blogspot.com
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